lunes, 20 de mayo de 2013

La solución a la economía española no son más impuestos, sino que paguemos todos

Es un secreto a voces que uno de los principales problemas económicos de España es la economía sumergida, es decir, el famoso dinero negro.
Algo falla en el sistema actual cuando los ingresos de las Administraciones Públicas en relación al PIB nos sitúa en niveles de países como Letonia, Irlanda, Bulgaria o Eslovaquia.
Algo falla cuando España recauda el equivalente a 6,6 puntos porcentuales de PIB menos que Grecia y 10 menos que Portugal.


Según los expertos, estos bajos ingresos en relación al PIB apuntan al gran peso del dinero negro y de la economía sumergida en España; unos altos niveles de fraude y elusión fiscal que deben ser corregidos de inmediato.
Las cuentas públicas están claras y son pésimas: los ingresos son menores que los gastos.
Ingresos de capa caída
Achacado a la crisis económica reflejada en un consumo interno llevado a la mínima expresión.
Subir impuestos no es sinónimo de incrementar los ingresos ya que puede ser contraproducente: a más impuestos menos consumo y por lo tanto menos impuestos… Además sólo hay dos países europeos con mayor fiscalidad: Francia y Bélgica. Y del resto del mundo sólo nos gana Japón y Estados Unidos.
Por lo tanto incrementar los ingresos no pasa por pagar más dinero sino que pague más gente. Hablando en plata, que todos aquellos que se escaquean pasen por caja como cualquier hijo de vecino.
Unos 85.000 millones de euros escapan cada año al control del fisco, pero lo bueno es que la administración no atina: el 70% de los impuestos que no se llegan a recaudar lo realizan las grandes multinacionales pero en cambio la administración dedica el 80% de los inspectores a perseguir a pymes y autónomos.
Los gastos disparados
La resaca de los excesos pasados nos viene en forma de intereses de una deuda acumulada que se lleva gran parte del presupuesto.

A la sangría de los intereses hay que sumar el gasto disparado por culpa de los subsidios destinados a los 6 millones de parados. Todo esto regado con la ineficiencia generalizada de la administración: duplicidad de organismos, sociedades públicas utilizadas como cobijo de antiguos políticos, presupuestos autonómicos destinados a satisfacer el ego de politicuchos con aire de grandeza (aeropuertos, embajadas,…).
La enfermedad que sufre el país está clara como claros están los síntomas. Las recetas también son obvias y se encargan de recordárnosla decenas de economistas constantemente.
Pero el problema es que el enfermo no atiende a razones y se distrae fácilmente jodiendo al personal: ley del aborto, de educación, ley de costas, asuntos internos y lo que queda por venir…

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