Es un secreto a voces que uno de los principales problemas económicos de España es la economía
sumergida, es decir, el famoso dinero negro.
Algo falla en el sistema actual cuando los ingresos de las Administraciones Públicas en relación al PIB nos sitúa en niveles de países como
Letonia, Irlanda, Bulgaria o Eslovaquia.
Algo falla cuando España recauda el equivalente a 6,6 puntos
porcentuales de PIB menos que Grecia y 10 menos que Portugal.
Según los expertos, estos bajos ingresos en relación al
PIB apuntan al gran peso del dinero negro y de la economía sumergida en España;
unos altos niveles de fraude y elusión fiscal que deben ser corregidos de inmediato.
Las cuentas públicas están claras y son pésimas: los ingresos son menores que los gastos.
Ingresos de capa
caída
Achacado a la crisis económica reflejada en un consumo
interno llevado a la mínima expresión.
Subir impuestos no es sinónimo de incrementar los ingresos
ya que puede ser contraproducente: a más impuestos menos consumo y por lo tanto
menos impuestos… Además sólo hay dos
países europeos con mayor fiscalidad: Francia y Bélgica. Y del resto del
mundo sólo nos gana Japón y Estados Unidos.
Por lo tanto incrementar los ingresos no pasa por pagar
más dinero sino que pague más gente. Hablando en plata, que todos aquellos que
se escaquean pasen por caja como cualquier hijo de vecino.
Unos 85.000 millones de euros escapan cada año al control
del fisco, pero lo bueno es que la administración no atina: el 70% de los impuestos que no se llegan a
recaudar lo realizan las grandes multinacionales pero en cambio la
administración dedica el 80% de los inspectores a perseguir a pymes y
autónomos.
Los gastos
disparados
La resaca de los excesos pasados nos viene en forma de
intereses de una deuda acumulada que se lleva gran parte del presupuesto.
A la sangría de los
intereses hay que sumar el gasto disparado por culpa de los subsidios
destinados a los 6 millones de parados. Todo esto regado con la ineficiencia generalizada de la administración: duplicidad de organismos, sociedades públicas utilizadas
como cobijo de antiguos políticos, presupuestos autonómicos destinados a
satisfacer el ego de politicuchos con aire de grandeza (aeropuertos,
embajadas,…).
La enfermedad que sufre el país está clara como claros
están los síntomas. Las recetas también son obvias y se encargan de
recordárnosla decenas de economistas constantemente.
Pero el problema es que el enfermo no atiende a razones y
se distrae fácilmente jodiendo al personal: ley del aborto, de educación, ley
de costas, asuntos internos y lo que queda por venir…
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